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    La voluntad

    La voluntad es una facultad intelectual que representa la fuerza del yo para dirigir y mantener la orientación de la acción hacia el cumplimiento de los objetivos.
    Observamos a diario que hay personas que parecen carecer de voluntad o que al menos no tienen la suficiente. Se dejan llevar por los deseos de los demás o no cuentan con el normal entusiasmo necesario para lograr sus propias metas que por lo general no tienen bien definidas.
    Esta ausencia de voluntad se relaciona con la falta de motivación por la dificultad para discriminar entre objetivos accesibles y razonables que estén de acuerdo con las propias posibilidades y el hábito frecuente de aferrarse a fantasías inalcanzables.
    La inseguridad, el pesimismo, la baja autoestima y la debilidad del carácter atentan contra el ejercicio de la voluntad.
    El carácter es adquirido y es la forma de asimilar la experiencia; junto al temperamento básico, que como característica de nacimiento es inmodificable, conforman la personalidad. Por lo tanto, sólo el carácter se puede modificar para lograr una mejor adaptación. La voluntad nos ayuda a controlar los impulsos y un buen manejo de ese control mejora el carácter.
    No se puede identificar voluntad con deseo pero es necesario que vayan juntos. Los deseos tienden a satisfacer necesidades, la voluntad humaniza esos mismos deseos, organizando y orientándo, dándoles un significado personal.
    El deseo exige inmediatez, no atendiendo razones. La voluntad no impide el deseo sino que es la perseverancia y la protección del deseo con un significado esencialmente humano. El hombre normal no se conforma con tener cualquier mujer, sino que elige una mujer que además lo ame. El padre William Lynch desarrolló la tesis que sostiene que no es el deseo lo que causa la enfermedad sin la falta de deseo.
    El voluntarismo sin deseo es enfermizo y el deseo sin voluntad es inmadurez, ausencia de metas personales e intenciones conscientes.
    William James llega al problema central de la voluntad, es decir, a la atención. El esfuerzo involucrado en el ejercicio de la voluntad es realmente esfuerzo de atención.
    La tendencia del hombre moderno es creer que es el resultado de impulsos incontrolables que lo determinan, negando la existencia de la voluntad. Pero si la voluntad no existiera tampoco sería posible tomar decisiones libres y todo ser humano sería esclavo de sus instintos.
    Las dificultades físicas que se aceptan y se integran emocionalmente a la personalidad, suelen trascenderse y superar esos límites, con una buena motivación y una férrea voluntad.

     

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