• Los milagros

    Los milagros y las manifestaciones de la gloria de Dios son para su gloria. Cuando Jesús convierte el agua en vino en las bodas de Caná, Juan dice: «Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria» (Juan 2.11). Cada milagro es una manifestación de la Gloria de Dios. Juan usa esta expresión para describir este milagro del agua que se convierte en vino, pues tal vez algunos no lo vean en la misma categoría que la resurrección, la sanidad de un hombre ciego o la expulsión de un demonio. Ayudar de manera tan bondadosa en el éxito de la recepción de una boda se podría considerar por algunos una «pérdida» del poder de Dios; tal vez por eso Juan describe el milagro de la manera en que lo hizo. Pero a pesar de lo que se diga acerca del tipo de milagro, sin importar la clase de «señal», este surge para manifestar la gloria del Señor; es decir, la excelencia de su amor, gracia, fuerza y poder. Cada milagro es también para su gloria, para que toda la alabanza y honra le sea dada a Él, y sólo a El. Al estudiar esta lección, veremos cuántas veces el Señor Jesús elogia a distintas personas por su fe. Es bueno que nosotros lo veamos haciendo esto pues indica su deleite, el placer de Dios, con respecto a los que «creen» de forma tal que lo aceptan y le permiten obrar en áreas que la incredulidad entorpecería. Al desarrollar la fe, esta accede a la gracia de Dios hacia los milagros. Sin embargo, cuando ocurre algo milagroso, incluso cuando la humanidad se ha beneficiado, es siempre para la Gloria de Dios.<




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