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    Había una vez un hombre que como medio de vida buscaba tesoros.
    Un día excavando, encontró una estatuilla muy antigua y valiosa.
    Se la llevó a un coleccionista conocido suyo que amaba las cosas bellas y se la ofreció por una gran suma de dinero.
    El coleccionista, pese al elevado precio de la pieza no dudó en pagarla. Era tan hermosa…
    De camino hacia su casa el vendedor iba feliz pensando en la cantidad de dinero que le había dado el coleccionista por una simple estatuilla, que al fin y al cabo era algo muerto, una roca esculpida vieja y sucia, por los 2000 años que había permanecido enterrada.
    ¡Con la de cosas en la vida que podría hacer él con tanto dinero…!
    Mientras , el coleccionista, no apartaba la vista de su recién adquirida bella pieza y, hablando en voz alta decía:
    -¡Qué maravilla! ¡Cuánta belleza! Este ha sido el sueño de mi vida hecho realidad. Tengo entre mis dedos algo que el hombre esculpió hace 2000 años…
    Y sin dejar de mirarla y acariciarla, se preguntaba cómo alguien podía cambiar un objeto tan valioso por un simple puñado de billetes, papeles al fin y al cabo, que volarían sin destino en nada de tiempo…

    Cada uno tenemos su medida de valores.

     

     

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